Diariamente millones de montañeros, de senderistas o de simples andarines se dispersan por la naturaleza en todo el mundo, accediendo a los lugares más recónditos y más alejados de las ciudades. Constituyen una pacífica pero enorme fuerza. Y creo que la única fuerza capaz de reforestar gran parte de las zonas deforestadas de nuestro planeta.
Porque en sus largos itinerarios encuentran miles y miles de árboles y arbustos de las más diversas especies y porque acceden a bosques autóctonos que ponen a su disposición millones de frutos y semillas. No tienen más que recolectar algunos de los frutos de los árboles de mejor apariencia, quizá más sanos. Muy pocos frutos y en el tiempo adecuado, desmenuzarlos y extraer las semillas, que podrían enterrar en el camino de regreso, en zonas deforestadas y baldías, allí donde es muy poco probable que lleguen las semillas de otro modo. A veces, sin necesidad de alejarse mucho, en el caso de árboles y arbustos solitarios o dispersos.
Porque los montañeros y senderistas pueden realizar esta tarea completamente gratis. Graciosamente, como buenos amantes de la naturaleza que son. Las instituciones, las empresas y los profesionales siguen teniendo su actual trabajo de repoblación, de mantenimiento o de reparación de catástrofes medioambientales, con los escasos recursos económicos que los Estados pueden dedicar en sus presupuestos. (Sin embargo, es absolutamente estúpido que haya dinero para comprar armas, para “sembrar” minas, para mantener tradiciones ignominiosas o, a nivel particular, para ir al campo asustando a los pajarillos con carísimos vehículos a motor).
Porque a los montañeros y senderistas les resulta fácil esta tarea. No necesitan más herramienta que un pequeño objeto punzante para hacer una hendidura en el terreno: la punta de su bastón, una palita, un corto y robusto destornillador. O una estaca o una piedra recogidas in situ. Ni siquiera necesitan compañía, pueden hacerlo solos. Con un consumo de energía y una dedicación casi insignificantes si lo comparamos con sus largas caminatas, sus difíciles y arriesgadas escaladas, sus pacientes esperas pescando o fotografiando la flora o la fauna del lugar. Si ya disfrutan con estas actividades o simplemente fotografiando los bellos paisajes que tiene la fortuna de contemplar, que prueben a conocer la diversidad y cambiante colorido de las flores, de los frutos y de las semillas que producen las plantas que encuentran a su paso.
Porque de la abundancia y diversidad de las aportaciones el resultado sería un paisaje más variado y divertido. Fragmentado y discontinuo. Nada que ver con las plantaciones homogéneas («todopino»), monótonas y aburridas de las repoblaciones forestales efectuadas con fines económicos o de reparación de desastres medioambientales. Plantaciones continuas y densas en las que, en caso de incendio, el fuego podría volar de copa en copa a lo largo de grandes extensiones.
Reforestar es volver a sembrar o plantar árboles en donde ahora no los hay, pero que los hubo anteriormente. Se quitaron para diversos aprovechamientos: agrícolas, ganaderos, construcción de edificios, de obra civil, de ferrocarriles, para combustible, etc.
© 2015 José Luis Sáez Sáez
Para que hasta el más rudo montañero o senderista (como yo) pueda identificar muchos de los árboles o arbustos que se encuentre a su paso, he ilustrado este blog con 315 fotocomposiciones con fotografías propias. En cada una de ellas se puede ver cómo son las flores, cómo son los frutos sin madurar, cómo son cuando están maduros (y, por lo tanto, listos para recolectar), y, finalmente, cómo son sus semillas:
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